lunes, 26 de octubre de 2009

EL PEJE SIGUE NADANDO EN SUS PROPIAS AGUAS

Probablemente sea porque el nombre provoca curiosidad o porque la gente se pregunta que tiene que ver un peje con el golf, pero son muchas las personas que al menos han oído mencionar este popular torneo.

Y es natural que así sea, porque este año se cumplieron trece años de celebración consecutiva del que ya constituye un clásico del golf: El Peje Invitacional.

El torneo tuvo su origen cuando un grupo de amigos que estaba jugando golf en Metro un domingo, decidió repetir la juntadera aumentando el número de los foursomes participantes, para lo cual buscaron un pretexto que resultó ser la fecha de cumpleaños de mi esposo por ser la más próxima, y como a él muchos de sus amigos le dicen El Peje, así se decidió llamar el evento.

Si le preguntan al Peje el origen del apodo, el narra toda una historia de sus dotes de nadador y sus hazañas cruzando a nado el Rio Ozama, pero aquí entre nos, yo creo que es una fórmula que suele utilizar, al igual que muchos de sus congéneres de sexo, que para salir del apuro cuando no recuerdan el nombre de la persona a quien están saludando le dicen: ¡Mi hermano! o algo similar, y él de tanto decirle Peje a los demás, terminó quedándose con el apodo.

Organizar un torneo, como cualquier otra actividad de esta índole requiere dedicación y esfuerzo, especialmente en estos tiempos cuando la mayoría de las empresas celebran sus propios torneos, lo que hace cada vez más difícil obtener los necesarios patrocinios.

Pero El Peje Invitacional se continúa realizando porque los jugadores, en su gran mayoría amigos de hace muchos años, no quieren perderse esta ocasión en que además de jugar golf se arma un can del que todos disfrutan, en un ambiente casual lleno de camaradería donde se bebe, se come, se ganan un regalo sorpresa en las rifas, y se comparte como si fuéramos todos una gran familia, ya que no se limita a los golfistas que juegan en pareja, a veces padres e hijos, hermanos o compinches, sino que la fiesta incluye a la esposa, la tía, los sobrinos y los nietos, la abuela y hasta la suegra!

Este año hemos tenido además el privilegio de seguir añadiendo nuevos amigos como son nuestros vecinos de Metro y a un grupo de amigos que vienen a menudo a vacacionar en Guavaberry.

Los trofeos como es de suponer son Peces, que hemos tenido que buscar año tras año tanto en el país, como en el exterior; en todos los materiales imaginables, desde cristal, madera, metal o cerámica y una vez fueron peces cantores en plástico, con el propósito de que tengan fines útiles como bandejas o sirvan al menos de adornos decorativos para el hogar, en lugar de los tradicionales trofeos que lo que hacen es acumular polvo y ponernos el oficio de limpiarlos.

Manuel mi nieto nos salió este año con que quiere organizar un Mini Peje y lo dice con tanta determinación que quisimos ir preparando el relevo generacional permitiéndole entregar los premios al Tercer Lugar: ¡ Par de pejecines! Lo subimos encima de unas cajas para que alcanzara el tamaño de los golfistas, y al principio estaba con cara de susto, pero pronto se le pasó y terminó portándose como digno nieto de su abuelo, haciendo coro y dueño del escenario Juandoliandero.

domingo, 18 de octubre de 2009

PUNTA PESCADOR


Cuando estoy Juandoliando, a veces voy con mi esposo a comprar masa de cangrejo a un lugar entre Juan Dolio y San Pedro, a la orilla del río, llamado Punta Pescador. Allí he ido conociendo gente sencilla del pueblo, abuelas llenas de sabiduría, trabajadores del barrio, personas que tienen una historia que contar. Los niños se arremolinan a nuestro alrededor porque también quieren salir en la foto o simplemente participar en la conversación. Estaban reunidos formando un gran grupo frente a un colmado cervecero donde han instalado una gran piscina plástica esperando que la llenen para disfrutar de ella.

Es así como he ido conversando con Amado, reparador de redes de pescar; con Marina, la doña que según me dicen hace las mejores arepas de la zona para acompañar el pescado frito que también prepara, y al Jabao que es ya uno de los enllaves de mi esposo y que siempre nos reserva la mejor masa de muelas de cangrejo.

Recuerdo los tiempos cuando mis hijos eran todavía niños y veníamos a Juan Dolio los viernes en la tarde, a la salida del trabajo, en nuestro super Volkswagen de gomas anchas. En esos entonces todavía no existía la excusa de la necesidad de una jeepeta cuando las familias crecen, simplemente nos apiñábamos en nuestro carrito y en la parrilla que colocamos encima teníamos espacio para el corralito que servía de cuna al más pequeño y para el equipaje adicional. Con la inconsciencia de la juventud, mi esposo disfrutaba arrollando los cangrejos de mar que salían por centenares a la carretera, y solo se oía el crac crac, experiencia que muchas otras personas me han dicho que compartieron, y todavía recuerdan.

Nos pasábamos los fines de semanas en casas de amigos, principalmente los Collies, donde cenábamos cangrejos al machaque sazonados con leche de coco, que era la especialidad del cocinero jorobado que tenían, mientras los niños corrían libremente por la playa para jugar haciendo castillos de arena o bañarse en la orilla del mar.

Todavía en la zona se mantiene la tradición de la venta de cangrejos, pero estos son cangrejos azules de cuevas del río. También se obtiene aún bastante pesca, de ahí que según me cuenta Amado, ya tiene más de 40 años dedicado al oficio de reparar redes. La primera vez que visité el barrio lo alcancé a ver reparando una red verde brillante que contrastaba en su colorido con los colores pardos del barro de los callejones.

Doña Marina me dice que tiene más de 20 años haciendo arepas porque antes del desalojo lo que hacía era yaniqueques para vender a orillas de la carretera, pero que sus arepas se han hecho tan famosas que las compran para llevarlas a los “países.” Prometí volver a visitarla porque las últimas dos veces que he ido ha estado en proceso de preparación de la masa y todavía no he probado las dichosas arepas.

Finalmente nos paramos a hacer nuestra compra habitual donde el Jabao que en ese momento no estaba, pero sus empleados que ya nos conocen nos vendieron la masa de muela de cangrejos que queríamos comprar y hasta nos ofrecieron ir a comprarnos par de cervezas para compartir, lástima que los apagones no dan tregua y fue imposible conseguir unas frías.

jueves, 8 de octubre de 2009

CUMPLIENDO UN AÑO EN METRO COUNTRY CLUB



Hoy hace un año que montamos nuestros motetes en un camión de mudanza y vinimos a vivir a Metro. Ha sido como llegar a una meta luego de recorrer un camino de más de diez años, pues la idea de venir a vivir para acá me surgió durante un pasadía al que nos invitaron unos amigos, en una casa de veraneo que tienen aquí. De ahí surgió también la idea de celebrar el torneo de golf El Peje Invitacional que el próximo 24 de octubre celebraremos por decimotercera vez.

Una vez vi una película de ficción cuyo tema era que en las ciudades del futuro la gente tendría que sobrevivir en domos, pues fuera de éstos la vida estaría llena de peligros como la desertificación, la violencia, el salvajismo, en fin algo así como retroceder a la era de las cavernas, pero sin la ingenuidad primitiva que imagino tendrían nuestros Trucutús de entonces. Cualquier similitud con lo que ocurre en la actualidad es pura coincidencia. Desde entonces me surgió la idea de encontrar mi domo.

Así fue como tras los más de diez años que me tomó convencer a mi esposo y el año que duró la construcción, nos mudamos finalmente un 8 de octubre. Pasamos los primeros días en los ajetreos que implica hacer de una casa un hogar, durmiendo durante una semana en el apartamento de una amiga en Guavaberry para no coger tanta lucha, en lo que terminaban los últimos trabajos, hasta que llegó la hora de pasar en la casa nuestra primera noche.

Era una hermosa noche de luna de octubre, recuerdo que nos sentamos en la terraza a contemplarla y la sensación sobrecogedora del silencio que nos rodeaba. Estuvimos mucho rato disfrutando este momento hasta que a duras penas nos decidimos a retirarnos a nuestra habitación. En reiteradas ocasiones he comentado que los atardeceres en estos lares son un espectáculo. El primero que viví en mi casa, venía yo bajando las escaleras desde el segundo piso, cuando vi luces rosadas dando vueltas en el atrio como si fuera una discoteca.

Eran los rayos del sol que, antes de ocultarse, se filtraban bailando a través del gran ventanal de blocks de vidrio que da hacia el frente, haciendo un efecto de luces que aunque solo duró segundos, dudo que alguna vez lo pueda replicar un luminotécnico.

En el curso de este año hemos recibido visitas de familiares y amigos hasta perder la cuenta. Hemos disfrutado nuestro patio y la piscina, las hamacas, no se cuántos barbeques, cualquier cantidad de cervezas, tengo un montón de corchos de todos los vinos que nos hemos bebido.

Poco a poco mi esposo que es acelerado e hiperactivo, se ha ido acostumbrado a este nuevo ritmo de vida. Para mí en cambio, que soy introvertida y reflexiva, disponer de tiempo fuera como ponen ahora a los niños cuando se portan mal, es lo que para un goloso disfrutar de un banquete. Empero, también he disfrutado, con la mente abierta, de cosas que no acostumbraba ni tenía la oportunidad de realizar, como reírme hasta salírseme las lágrimas jugando bingo, asistir a reuniones de crecimiento espiritual, actividades de servicio a la comunidad como limpiar la playa o apoyar a los seminaristas, compartir a menudo con los vecinos, volar chichiguas, montar bici o simplemente caminar por las calles de forma despreocupada.

Actualmente estoy leyendo un libro que promete llevar a sus lectores a un lugar lleno de retos, para hacer de nuestra mente una, integrada de tal forma, que nos lleve a nuevas maneras de pensar acerca de un futuro que ya está aquí con nosotros. Los pasos para llegar a este lugar son: el diseño, la narración, la sinfonía, la empatía, el juego y el significado. Juandoliando, empecé por diseñar mi casa tal como yo la quería, narro mis experiencias y las historias que escucho, veo la vida desde la perspectiva de un todo, hago empatía con la gente que me rodea, he vuelto a jugar y reír con y como los niños, y lo más importante, mi vida está llena de significado.

sábado, 3 de octubre de 2009

LIMPIEZA DE COSTAS




Uno a uno veo mis sueños hacerse realidad desde que estoy Juandoliando. Este sábado 19 de septiembre, uno de los jóvenes del grupo de más de 100 personas del que formé parte como líder de costa, al observar mi entusiasmo, me preguntó si es que siento pasión por Juan Dolio.

Mi respuesta fue que mi pasión es lograr que se descongestione la capital incentivando a la gente a que disfrute mejor calidad de vida viviendo en lugares como éste, por su cercanía a la ciudad.

Pero reflexionando sobre el tema de qué es lo que me apasiona, debo remontarme a mi infancia cuando mi papá me inculcó la importancia de cuidar el medio ambiente.

Luego de 25 años en la banca gubernamental y cinco como profesora UNIBErsitaria, durante los cuales me realicé como madre de cuatro hijos y abuela de cinco hermosos nietos, tengo tiempo ahora para escuchar a la gente, compartir actividades al aire libre, escribir mis vivencias, y sobre todo volver a disfrutar de un huerto y un jardín. De ahí que temas como cuidar nuestras playas, contribuir a la toma de conciencia de que ya llegamos al punto crítico con el cambio climático y que es necesario que comencemos a añoñar nuestra Madre Tierra, ocupan hoy en día gran parte de mi tiempo y mis pensamientos.

La jornada de limpieza comenzó temprano, poco a poco se fue congregando la gente que vacaciona o vive en la zona, jóvenes voluntarios que vinieron de la capital y, al igual que en los demás puntos de todo el país donde la colaboración del sector empresarial privado se hizo presente, una guagua llena de empleados de una empresa fabricante de pinturas.

En el grupo fue notoria la presencia de familias extranjeras, padres e hijos, los niños con sus mochilitas dispensadoras de agua en la espalda, por lo que Gisellita, una de nuestras líderes de costa no pudo evitar exclamar: - ¡Qué chulas, yo quiero una!- ¡como se ve que es gente acostumbrada a participar en este tipo de actividades! pensé yo. Conmovida ayude a los niños a ponerse sus guantes y con su bolsa en las manos, en grupos de cuatro, iniciaron su trabajo dispuestos a vivir una divertida aventura.

Ricardo vino de Estilo/s a tomar la foto para esta columna, y cuando buscábamos la mejor ubicación y escogí una de las fundas llena de basura, para mejorar mi pose, no pude evitar un ¡guácala! y oír el estallido de risas porque en ésa precisamente habían depositado un ratón muerto. Compuse mi cara lo mejor que pude y aguanté el bajito, pues todo sea por la compostura y mi labor de columnista.

Tomamos un breve receso para almorzar y esperar a los tardíos, y al final vino la parte pesada del trabajo, clasificar la basura, pesarla en la balanza de mi baño que llevé para tales fines, anotar en los formularios el tipo de basura que contenía cada bolsa, y creo que todo el que esta leyendo ya adivinó: 85% era plástico, 10% vidrio incluyendo muchas botellas rotas y 5% latas y basura miscelánea, como el famoso ratón, pues aunque se suponía no recogiéramos materia biodegradable quisimos que tras nosotros solo quedara el agradable olor a mar.