Ahora que Valeria no vive con
nosotros, se me dificulta reunirme con ella para contar cuentos.
La semana pasada estuvimos juntas
en la capital, pero dedicamos la tarde a
la poesía, y cuando ya me estaba dando por vencida de que entendiera el asunto
de las rimas y la métrica de los versos, y pudiera seguir los pasos de Javi, su
primo poeta, me sorprendió con uno muy corto en que rimaba la palabra abuela
con mi pasión por la habichuela. ¡Tal
vez lo logres Valeria!
El asunto es que comparto muy a
menudo con otros niños y sus mamás aquí en Metro, y así es como me llega esta
historia.
Elena mi amiga española,
compañera de yoga y afición por la lectura, casada con Jack, inglés que habla un
español castizo y que tiene el humor y la risa de un dominicano, tienen dos
niños y esta es la historia de Oliver.
¡Mother, we have a cacata problem!
– le dice Oliver a su mamá, mientras observa una gran cacata a través de las
mosquiteras de la ventana. Y es que
Oliver al igual que Jack su hermano son full bilinguës, aunque generalmente los
escucho hablando inglés.
Jack y Elena aprovechan entonces
para conversar el tema de la cacata, de manera que no sea motivo de temor para
el niño, pues aquí convivimos con la naturaleza en todas sus manifestaciones, y
los niños aprenden desde temprano que esta abundante fauna con que contamos es
también parte de la creación, a la que hay que aprender a respetar.
Así que cuando le preguntan qué
le parece que está sucediendo con la cacata, Oliver dice que sin duda se trata
de una mamá que está buscando tenis shoes y raquetas para sus hijitos.
¿Y con todas esas patas, cuántos
zapatos y raquetas tú crees que necesitarán para jugar tenis, Oliver?
A lo que el niño responde con
absoluta certeza: ¡Ocho!
Y es que a los niños, en vez de
fomentarles temores, especialmente en un lugar con una seguridad tan
privilegiada como es Metro, les basta con dejar que le den rienda suelta a su
imaginación para que desarrollen una creatividad sin límites.