domingo, 28 de noviembre de 2010

DAR GRACIAS


Pocas expresiones verbales producen un efecto tan favorable en las personas como las de agradecimiento. Tal vez lo único que compite con eso son las palabras de reconocimiento y halago y, en cierto modo, son aves del mismo corral. Por eso la celebración de Thanksgiving aunque es una festividad de origen norteamericano -- para los que llevan el patriotismo y el concepto de nación, o incluso de “ser latino” al extremo de rechazar todo lo que provenga del norte -- cada vez tiene mayor acogida, aún entre los más recalcitrantes.

En Metro Country Club hubo más de una celebración para Dar Gracias. Varias familias invitaron a sus amigos para celebrar en grupo. El Hotel Embassy Suites también tuvo un especial para sus huéspedes y personas en general que decidieran ir a comerse su pavito y el tradicional pumpkin pie.

Nosotros tuvimos el privilegio de ser invitados por una familia de amigos simplemente maravillosa, donde no solo reina el amor y la atención a los detalles para agradarse unos a otros, sino que nos acogieron a nosotros, a los músicos que amenizaron la noche y al servicio doméstico que sirvió de apoyo para que nos sintiéramos servidos como reyes, haciéndonos sentir más que amigos, hermanos.

Sin lugar a dudas el hecho de que el Padre Luis ( que todos conocemos como Padre Niño) estuvo visitando en la tarde esta casa para bendecir el hogar y la familia, influyó en las buenas vibraciones que se sintieron desde antes de reunirnos a celebrar.

Desde nuestra entrada a la casa la música en vivo, alegre y pegajosa, invitaba a bailar hasta sin pareja, aunque hubo más de una que se lució con pasitos muy acertados. Valentín no paró de bailar, con su esposa, con su hija, con su nuera. Carmen me regaló la hermosa foto que ilustra este texto del blog.

El vinito y el champán rosado que se brindaron contribuyeron sin duda a alegrar nuestros espíritus. La deliciosa cena preparada con manos de amor, comenzando por el pavo que fue producto de la dedicación personal de Giselle la hija mayor de la casa, no pudo estar mejor.

Los niños, incluyendo las dos Valerias, jugaron y se divirtieron, debutando incluso con el uso del micrófono mientras los músicos cenaban.

Pero lo que me robó to´ mis cuartos fue el ritual que hicimos después de cena, que yo particularmente desconocía hasta entonces. Las quince personas presentes, incluyendo como dije los músicos y el servicio de la casa, pusimos pequeños velones encendidos en unos platillos, y luego de expresar en voz alta las razones personales que cada uno teníamos para dar gracias, los pusimos a flotar en la piscina y, estoy segura, que desde el cielo Jesús, Señor de nuestras vidas, pudo apreciar que esta vez no fue solo uno el que regresó para agradecer.

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