Juandoliando, me he hecho fan de las TED Talks, y la más
reciente que he escuchado, más allá de
ser un motivo de reflexión, le ha dado
sentido a mi afán actual: Escribir las
memorias de mi infancia.
Resulta que en la conferencia que
llamó El Tercer Acto, Jane Fonda nos habla de cómo, al llegar a los sesenta, se
ha dedicado a investigar y escribir sobre la revolución de la longevidad, ya
que hoy en día vivimos en promedio treinta y cuatro años más que nuestros
bisabuelos, es decir toda una segunda vida de adulto; y de revisar el pasado para perdonar y
perdonarnos y entender que muchas cosas de las que nos sentimos culpables, no
fueron culpa nuestra, depende que
podamos ser más felices en esta etapa de nuestras vidas.
Producto de sus reflexiones,
compara la vida, no con un arco, metáfora según la cual nacemos, llegamos a la
cima y decrecemos en la decrepitud de la vejez vista como una patología, sino al contrario ver esta oportunidad como un
potencial, si comparamos nuestros últimos años con una escalera para la
ascensión del espíritu humano, pues éste es lo único que está libre de la ley
universal de la entropía, por lo que puede seguir ascendiendo hacia la
plenitud, la autenticidad y la sabiduría.
Como dice Jane Fonda, no por
idealizar el envejecimiento, sobre el cual no hay garantía de que sea un tiempo
para disfrutar y desarrollarse, y yo añado que particularmente no lo es en un
país como el nuestro en que, con los ingresos disminuidos o en cero para los
que se nos ha negado la oportunidad de adquirir una pensión habiendo trabajado
toda nuestra vida de adultos, en la
vejez se nos hace muy difícil y costoso -
por no decir imposible - contar con un seguro médico, y donde aunque existe una
ley que exime de impuesto (IPI) a los adultos de más de 65 años con una sola
vivienda, la aplicación de esta ley, como nos está pasando a nosotros hoy en
día, resulta que es arbitraria y solo la aplica la DGII si le da la gana, lo
cual es prácticamente nunca; pero en el
mundo civilizado esta garantía de disfrute es cuestión de suerte y también genética.
La buena noticia
es que la genética solo influye en una tercera parte, por lo que hay dos
terceras partes de probabilidades a favor, y esos dos tercios dependen de lo
que hagamos para que estos años añadidos sean todo un éxito y marquen una
diferencia positiva. Así que con estos dos tercios se lleva
ventaja a la perspectiva según la cual
se ve el vaso medio lleno o medio vacío, dependiendo de si somos
optimistas o pesimistas.
Cito a Jane Fonda: “Todos nacemos con el espíritu en
su plenitud, todos, pero a veces decae por los retos de la vida, la violencia, el maltrato, la negligencia. Tal vez nuestros padres sufrieron de depresión. Tal vez ellos no fueron capaces de amarnos más allá de nuestros éxitos o fracasos. Tal vez todavía padecemos de un dolor psíquico, una herida. Tal vez pensamos que muchas de nuestras relaciones no han culminado. Y tenemos la sensación de estar “inconclusos”. Tal vez la tarea del tercer acto es terminarnos a nosotros mismos.”
Así que regresar al pasado para
estudiar y conocer mis primeros dos actos, es lo que, como aconseja Jane, me propongo hacer escribiendo mis
memorias. ¿Quién era yo en realidad?, no aquella que mis padres u otras personas me
dijeron que era o me trataron como si lo fuese.
Sino ¿quién era yo? ¿Quiénes eran
mis padres – no como padres - sino como
personas? ¿Quiénes eran mis abuelos? ¿Cómo
trataron a mis padres? Este tipo de cosas.
Tal vez el propósito central del tercer acto, como lo llama la actriz, y que yo para aterrizarlo a la realidad de los que solo
somos actores del teatro de la vida, prefiero llamar El Último Cuplé, en recuerdo de la famosa película de Sarita
Montiel - sea que aunque generalmente nos empecinamos en
afirmar que las reacciones negativas a los acontecimientos y personas del
pasado se convierten en mañas viejas que
no se pueden cambiar, si volvemos atrás
y cambiamos nuestra relación con las personas y acontecimientos del pasado, las vías neuronales pueden cambiar. Y si somos capaces de tener sentimientos más positivos sobre el pasado, esto se convierte en la nueva norma. Lo cual la lleva a hacer una metáfora
diciendo que equivale a reiniciar un termostato, pues lo que nos hace sabios no es tener experiencias, sino reflexionar sobre las experiencias que
hemos tenido. Porque además, nos ayuda a ser íntegros, nos trae sabiduría y autenticidad. Y nos ayuda a convertirnos, como dice la canción, en lo que pudo haber sido y no fue.
Citando finalmente a Jane: “Por todo ello, en nuestro tercer
acto, puede ser posible regresar
al punto de inicio del círculo y saberlo por primera vez. Y si podemos hacerlo, no será solo para nosotras mismas. Demográficamente hablando, las mujeres mayores representan la mayor población mundial. Si podemos volver atrás y redefinirnos y llegar a ser íntegras, esto va a crear un cambio cultural en el mundo y dará un ejemplo a las generaciones más jóvenes
para que puedan repensar sus propias vidas.”
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