Desde hace días vengo observando una mediecita perdida en la
vereda del camino cada vez que salgo de casa por las tardes. Al principio, no le hice mucho caso, pero
cada vez que paso me tropezaba con ella, así que recurrí a Valeria para que me
ayudara a descifrar el misterio.
Como se trata de una media realmente pequeña, pensé que
podía ser de alguna muñeca, que se le hubiera escapado a alguna niña, una tarde en que salió corriendo del cochecito en que
la paseaban y huyó hacia el bosque.
Me venían a la mente
una y otra vez unos versos que aprendí siendo
niña que cuentan de una muñeca con su vestido color rosa, a la que la amiga de
su dueña, de nombre Lucía, jugando le rompe una patica, por lo que la niña
llorando le pide a su Madrina que se la cure sino de pena se morirá.
Cuando la hablo a Valeria del proyecto, se muestra
entusiasmada, así que en lo que busco la cámara, se engancha al hombro su bolso
rosado y ríe con alegría cuando ve que traigo una lupa y nos vamos caminando en
busca de la media perdida.
Desde que mira la media dice que puede ser de su amiguita
Lucía y pienso en la coincidencia del nombre.
Le expongo mi teoría de que puede ser de una muñeca que corrió hacia el
bosque y me dice: Mama ¿qué bosque? ¡lo
que me estás señalando es el monte!
Además, Mama, esta media es muy grande para ser de una muñeca y me
señala los piecitos de sus Barbies.
Pero ¡Valeria!- no todas las niñas juegan con Barbies, las
más pequeñas juegan con muñecas bebés a los que le servirían esa mediecita, y
¡quién sabe! A lo mejor la Bruja le rompió la patica y por eso perdió la
mediecita.
Valeria voltea los ojos hacia arriba, como pidiendo
paciencia ante esta abuela tan tonta.
-¡ Mama! las Brujas no existen, solo en los cuentos y en los
muñequitos. Esta tarde la diré a Yahaira
que me lleve a casa de Lucía y le pregunto si es su media, y si no, los únicos
otros dos niños pequeños que conozco son
el hermanito de Juan Diego o el hermanito de Miah, pero no creo, porque la media tiene un lacito naranja y
ellos son varones.
Y es que de repente, ya Valeria ha crecido. Cuando menos lo esperaba, aprendió a decir
casa, coco y Colombia, aunque me dice que si me causa tanta gracia los
pronunciará como cuando ella era “peteña”.
Y para consolarme, tal vez, se pone a hablarme de un duende verde que a
veces pasa por su ventana, así que ya no sé quién le hace cuentos a quién.
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