Embassy Hotel [809-688-9999]/Casa Club [809-526-3515]/
Café del Sol [809-526-1559/ Inscripción tennis [809-777-1109]
El sábado nos fuimos de peregrinación para acompañar la Diócesis de San Pedro de Macorís en su visita a Tatica, Protectora del Pueblo Dominicano.
Monseñor Osoria, nuestro obispo, nos invitó a peregrinar para pedir la intercesión de la Virgen en este año dedicado a la santidad sacerdotal y nuestra comunidad de Metro no podía quedarse atrás apoyando su Diócesis y a sus sacerdotes, que además de ser pastores del rebaño son también nuestros amigos.
El caso es que nuestro grupo salió desde temprano en una guagüita, y como me tocó la cocina, además de acompañar a mis hermanas de comunidad en el rezo y meditación del rosario, tuve oportunidad para pensar en todo esto que les narro, mientras ofrecía todos los brincos que atrás se sienten más que en todas partes, por la expiación de mis pecados.
Tan pronto llegamos Isita se ocupó de que anunciaran por el altavoz nuestras intenciones para que dentro de la multitud de fieles, quedaran bien claro para la Virgen nuestros nombres y lo que le pedíamos ¡cómo si ella no lo supiera! Mientras tanto hicimos nuestra fila para presentárselas también personalmente y con detalle, porque soy de las que creen que cuando necesitas algo, por ejemplo un carro nuevo, debes especificar bien la marca y hasta el color, ¡no vaya a ser! y cuando se trata de pedirle a La Altagracia que interceda por nosotros pidiendo milagros, nunca nos contentemos con pedirle poco, porque por algo como su nombre lo dice su gracia es alta. Y lo importante es dar las gracias, bendecir y alabar a Dios, desde antes de recibir lo que esperamos.
Felices seguimos la misa con mucha devoción, rezamos de nuevo el rosario, esta vez acompañadas de todos los peregrinos, saludamos con cariño al Obispo, a nuestros queridos sacerdotes Niño, Ángel, Julio y otros que por mi poco tiempo bajo la serie 23 apenas conozco, ya que soy oriunda de Bonao emigrada a la capital desde niña, y dimos especialmente un gran abrazo a nuestro querido Paul que estoy seguro sintió el apoyo de su pequeña comunidad de Metro que tanto lo estima.
La historia de esta advocación de la Virgen pueden leerla en muchos libros y los cibernéticos solo tienen que buscarla en internet.
Yo prefiero contarla como la aprendí de niña, cuando asistía al Catecismo y nos la enseñaron con una canción que quizás solo para gente de mi generación tenga significado.
Cuando vayas al pueblo no quiero
Que me traigas cosas para vanidad
Solo quiero me traigas la Virgen
Porque he contemplado su celeste faz
Porque de las dos hijas que tenía el hidalgo ganadero español, mientras una le pidió cintas y adornos para su belleza, la pequeña solo le pidió un cuadro de la Virgen que había visto en sus sueños
El papá buscó por toda la ciudad el cuadro de la Virgen descrito por la niña y cuando desalentado al regreso de su viaje cargado de regalos para la hija mayor, contaba en el hospedaje su tristeza al no encontrar el único regalo que le pidió la menor, un señor misterioso le dijo que él tenía lo que buscaba y se lo regaló sin aceptar nada a cambio, no obstante las riquezas del ganadero.
Cuenta la leyenda que una vez de regreso el padre al hogar, la niña mostró el cuadro a toda la gente bajo un naranjo ubicado en el mismo lugar donde se construyó posteriormente el santuario, que es hoy en día nuestra basílica.
Con la exuberancia propia del dominicano no es de extrañar que hace ya unos cuantos años hubo que enviar a restaurar el cuadro a España y protegerlo no solo del desgaste del tiempo sino porque para nosotros no es suficiente verlo, queremos manosearlo, abrazarlo y caerle a besos, tal como hacemos con todo lo que amamos. Y por supuesto no faltan los velones iluminados que hay que mostrarle a la Virgen aunque el calor también le haga daño al óleo.
Pero estoy segura, que viendo todas estas efusivas e ingenuas demostraciones, la Virgen se sonríe divertida y hasta ganas le darán de acompañarnos a bailar un merenguito con San José su esposo, y el niño Jesús en brazos.
Para esta etapa del abueleo no hay nada como vivir en Metro. Cuando vienen los nietos a visitarnos las opciones sobran. Aparte de los consabidos baños en la piscina, las exploraciones en el patio en busca de algún animalejo que pueda ser objeto de estudio con el kit que le trajo la Navidad a Isabel, mi científica favorita, están las montadas en bicis que aquí pueden hacer a sus anchas ya que nuestras calles ofrecen seguridad para los pequeños.
Los fines de semana y en vacaciones, siempre aparece alguna amiguita en busca de coro para jugar juntas o simplemente cambiar de ambiente de piscina. Es así como trato de que coincidan las visitas de Isabel con las de Marité porque a ambas les encanta compartir juntas los paseos en el carrito de golf que ésta última maneja como toda una experta y luego se van a inventar coreografías de danzas acuáticas en la piscina, a las cuales tenemos ambas abuelas que asistir como espectadoras y aplaudirlas con entusiasmo para que nos digan que somos cool.
El campo de fútbol está cada vez más concurrido por las tardes. Ya se han formado grupos de niños, pre-teens - porque ¡ojo, no se te ocurra decirle niña a las que ya cumplieron sus diez añitos, apréndete ese nombre para que no seas una abuela que está quedá! - adolescentes, hembras y varones y pronto podremos comenzar a hacer intercambios o competencias con otros clubes.
Los niños disfrutan mucho también sus clases de tennis o las clínicas de golf que se organizan de tiempo en tiempo especialmente para ellos. Los más pequeños disponen del parquecito con los columpios y el tobogán frente a la Casa Club.
Ahora tenemos también el Club de Playa, Café del Sol, donde no solo pueden respirar aire puro y caminar con los pies descalzos, hacer castillos de arena o darse un bañito de mar en aguas poco profundas, sino que gozan de las sabrosas pizzas que se incluyen en el menú especialmente para los niños.
No hay nada como este amor de abuelos, añoñador y alegremente irresponsable, del que los nietos se aprovechan para levantarse y acostarse a las horas que les da la gana, almorzar papas fritas con helados, o acompañar al abuelo si es el varón o la abuela si es la niña, a montarse en el asiento delantero del carro, si estamos dentro del ámbito de Metro.
Son detalles que hace a los niños sentirse libres y a nosotros nos recuerda los años de nuestra infancia y aún la de nuestros propios hijos, cuando montábamos alegremente a nuestros bebés en el espacio entre los dos asientos delanteros, sin cinturón de seguridad ni siquiera cuando íbamos por carretera, no había la necesidad que hay ahora de vivir en una zozobra y un sobresalto desde el agua que se bebe no vaya a estar contaminada, lo que se come y hasta donde y con quien pueden andar los niños. Eran tiempos ¡cuando éramos felices!
Tiempo de gracia fue el que vivimos anoche recorriendo el Via Crucis por las calles de Metro.
Desde temprano comenzamos a congregarnos en las cercanías de la Casa Club: Todo estaba previsto.
Emma copió las canciones con letras bien grandes para que pudiéramos leerlas aún bajo la media luz de la noche y repartió también las estaciones.
Inés trajo una cruz, pequeña como ella, que nos salvó la campana para empezar en lo que llegaba Paul.
Partimos siguiendo la cruz iluminada por sendos porta velones a ambos lados. El Padre Ángel encabezaba nuestra procesión, como pastor que guía a su rebaño.
Este año las canciones estuvieron mejor entonadas por lo que pudimos orar cantando mientras caminábamos y luego meditar el camino de Jesús hacia el Gólgota en cada parada.
La noche estuvo cubierta por un velo de piedad que nos envolvía a todos despertando sentimientos de hermandad como los que se narra en Hechos de los Apóstoles sintieron las primeras comunidades cristianas.
Muchas parejas de matrimonios vinieron también con sus hijos, jóvenes y niños que participaron al igual que los adultos. El grupo que siguió el Vía Crucis aumentó este año de forma apreciable.
Los hombres se turnaron para cargar la cruz con gran unción mientras hacíamos nuestro recorrido.
La presencia de la Virgen María se sintió acompañándonos en la misma forma en que estuvo con su Hijo hace más de 2,000 años. A ella le hemos dedicado nuestra comunidad católica llamándola Inmaculada Concepción.
Este año el Papa Benedicto dispuso se añadiera una estación más a las catorce tradicionales: La Resurrección, la cual meditamos en la última parada, cerca del lugar de nuestra partida, con la esperanza y alegría que nos infunde saber que nuestra fe no es de muertos sino de vivos, porque Cristo sigue vivo entre nosotros.
De nuevo en la Casa Club nos reunimos para la gran celebración de la noche: La Eucaristía, presidida por el Padre Ángel y Paul.
Allí como una gran familia compartimos el pan y el vino y nos dimos el abrazo de la paz.
Al final nuestra celebración culminó con un brindis de ponche de frutas y sandwichitos que gentilmente prepararon las encargadas de dar apoyo en el ministerio de las misas, porque aunque no solo de pan vive el hombre, es necesario saciar también el hambre del cuerpo.
Qué bien se siente al preparar el espíritu para que cuando llegue el día en que celebremos a Cristo, nuestra Pascua, podamos ser verdaderos testigos de la gracia que ha sido derramada en todos nosotros y podamos gritar con júbilo: Cristo ha resucitado!
Junto con el frío ha comenzado también una pertinaz lloviznita que viene a aliviar la escasez de agua y que le cae de maravilla a los jardines, pues la que cae del cielo no es comparable al agua un poco salobre que sale de los reguiletes.
Comenzaron los cambios en el menú de las casas para incluir todo tipo de caldos y sopas que es lo que nos gusta a los dominicanos comer desde que empiezan a caer unas goticas de agua.
Anoche al fin tuve la oportunidad de estrenarme una chaqueta que me regalaron y me vino muy bien como abrigo para asistir a la misa de los sábados en la noche, a la que me estoy acostumbrando para evitar las ausencias los domingos debido a visitas inesperadas.
Provoca quedarse en la casa acurrucados mirando una película, bebiendo té o café caliente, y no preocuparse por nada. Por suerte tenemos varias en dvd´s que no he visto, porque desde que empieza a llover también se va el bendito cable.
Nada que buscar en la playa porque con este tiempo ¿a quién le dan ganas de irse a mojar dos veces y llenarse de arena húmeda?
Por suerte para los golfistas en el torneo del sábado todavía no estaba lloviendo y como quiera hay quienes se atreven a salir a jugar aunque se empapen, siempre que no haya tormenta porque ¡así si es peligroso!
Recibo la llamada suspendiendo la visita de mis hijos y nietos porque en la capital también el día presagia lluvia y la autopista que bordea el mar se pone como jabón cuando llueve.
Así que a disfrutar tranquilones la paz que respira la casa y darnos un atracón de quietud y silencio, porque no sabemos cuánto durará este friito, ya que como dijo Salomé Ureña en sus famosos versos sobre el invierno:
Llega en buena hora, más no presumas
Ser de estos valles regio señor
Que en el espacio mueren las brumas
Cuando del seno de las espumas
Emerge el astro de esta región
Pero que va, aquí en Metro se vive lo inesperado, de pronto recibimos la invitación de unos amigos para que vayamos a su casa a almorzar, y pasamos el mediodía del domingo en un ambiente chulísimo, incluyendo par de parejas jóvenes con sus hijos, y ¿adivinen que? al ser presentados, enseguida me reconocen como la autora de Juandoliando y lo que más me gusta, me dicen que la lectura de mis escritos les hace surgir el deseo de venir a vivir a la Zona.