Al iniciarse el año comenzaron también las despedidas. Ya en la segunda semana, renuentes, los últimos se marcharon. Al decir adiós sentí que una pena chiquitica se coló por el resquicio de la puerta, se sentó a mi lado, la miré tan desvalida que no pude decirle que se fuera. Me acompañaba a todas partes, señalando los juguetes que abandonaron los niños: Una muñeca, un carrito, una pelota, un osito, que me hablaban preguntando por sus dueños; les consuelo diciéndoles que pronto volverán. Al pasar frente a un espejo, en lugar de mi rostro, allí está la pena, me mira con los ojos aguados, yo quería que se marchara.
Esa tarde, cuando creo haberla convencido tras largo rato rogándole que se fuera, bajo de mi habitación entro a Facebook y me entero que la tierra había temblado. Cunde el pánico, la gente en Santo Domingo está aturdida, Haití bajo sus escombros sepultado, la amenaza de un tsunami nos mantiene el alma en vilo.
Y es entonces cuando la pena deja de ser una criatura pequeñita que se hace la desvalida, y empieza a devorarme glotona hasta hacerse tan grande que me engulle toda entera. Y allí estoy yo viviendo dentro de ella.
Cuando menos lo esperaba Charlie el haitianito regresó, me cuenta como sobrevivió junto a su familia en descampada, le pregunto si a él y a su familia le llegó alguna ayuda de la que los dominicanos primero y luego las demás naciones hemos enviado. Me contesta que no, que ellos solo se alimentaron con víveres porque allá también cultivan sus conucos de yuca, auyama y molondrones. En su boca ya no hay risa, la pasa meditabundo escuchando música en su celular, porque lo tiene pudo llamarnos para decirnos que estaba vivo.
Pasan los días, la pena quiere hacerse dueña de mi vida, y es entonces cuando entra en mí la resiliencia grabada en nuestra memoria colectiva. Esa fuerza que nos permite sobreponernos aún a las mayores desgracias. Ella es la que nos hace comprender que a pesar de los días desapacibles de este mes de enero, el sol sale de nuevo cada día, que cada minuto, con cada niño que abre sus ojos al mundo, nace también la esperanza de una nueva aurora.
Decido ser feliz y volver a Juandoliar. El jueves me iré con mis amigas al Bingo Club que será en la casa de la bizca, a reírme con los chistes picantes de la Rubinsky, con los boches en francés que nos da la Messiesa cuando se arma el alboroto, con la llamada al orden que hace Marilú cuando alguien se hace la loca al momento de pagar y tiene ella que cubrir el dinerillo que falta, con las ocurrencias de quienes no se quieren quedar atrás poniendo el nombre de otros pares de números a sus tetas, y ya no solo están las que se parecen al 66, sino que ahora también las hay 22 y hasta 11.
A la caída de la tarde me iré a la playa a caminar descalza por la arena, escribiré en la orilla del mar todo lo que me preocupa o me entristece para que se lo lleve la marea y cuando el sol se oculte llenando de nuevo mi alma de admiración por la belleza que con gratuidad se me ha mostrado, pensaré que mañana brillará de nuevo y que siempre habrá alguien que estará aquí para disfrutarlo.
Quiero felicitarle y decirle que soy una asidua visitante de su blog, y en esta ocasión me he dado cuenta de la capacidad que usted tiene de plasmar en un escrito lo que siente en su interior y lo que despierta en usted la desgracia del pueblo haitiano, es usted una narradora de nacimiento, imagino que ya otras personas le habrán dicho lo mismo.
ResponderEliminarDios la bendiga y la colme de salud, a usted y los suyos
Cada vez que visito su blog me sorprendo mas, pocas personas escriben y en sus escritos palman lo que sienten como lo hace usted. Copiare su accion de escribir sobre la arena mis penas.
ResponderEliminarTambien quiero felicitarla por escribir desde el corazon y enviarle por este medio mi bendicion para usted y los suyos. Mucha salud y amor en este 2010 para usted y todos sus seres queridos, en especial Charlie el haitianito que regreso.
Sinceros Afectos,
Paulo V.
Penélope, me ha gustado tu artículo. Tienes el talento de escribir para que vivamos en tus palabras lo que expresas, con la dificultad para nosotros luego, de discernir si fuimos nosotros que lo vivimos o es que lo hemos leído de ti. ¡Continúa "Juandoliando"! Nosotros vamos contigo. PaulRV.
ResponderEliminarMe encanto!!! Este es uno de mis preferidos!!!
ResponderEliminarEstoy orgullosa de ti Mama, a estas alturas reinventandote otra vez para ser igual que el Ange, artista de fama mundia.
Te quiero un paqueton,
Anaeme
Gracias Penelope por tus comentarios en en Juan Dolio Living.
ResponderEliminarQuiero que sepas, que aunque nunca he comentado en Juandoliando, debo conferzar que he leido todas tus historias y no hay ninguna que no haya sido de mi agrado, y sin temor a decirlo creo que debes de escribir un libro (si no es que ya lo estas haciendo!). Te lo digo, porque sé que tanto como a mi, a muchos le encanta tu escritura.
Piensalo!!!! Suerte Siempre, Yhossiann
Pena, penita, pena... conocemos el negro por el blanco, las tristezas le dan el valor a las alegrías... la vida toma su más grande valor cuando nos vemos en la enfermedad o enfrentamos la muerte... el ying y el yang...
ResponderEliminarJassel